La historia de Eberto y la bicicleta que le regaló su papá, convertida en compañera inseparable hace 41 años
Hay amigos que duran toda la vida. En el caso de Eberto Cerquera Fajardo, de 49 años, esa amiga es de metal, tiene dos ruedas y dos pedales y lo ha acompañado desde hace 41 años.
“Cuando yo tenía de 8 o 9 años, en el puerto petrolero de Barrancabermeja, Santander, mi papá me regaló esta bicicleta, la cual he llevado conmigo más de 40 años”, cuenta Eberto, que hoy trabaja como vendedor informal de calzado y ropa en el parque de La Mano, también conocida como parque Carlos Marx o parque de Los Varados, en el Centro de Villavicencio.
Hasta allá llega todos los días en bicicleta desde su casa en Villa Mónica, en el sector del Dique. Su rutina de trabajo comienza a las 8:00 de la mañana cuando se sube en la bicicleta y sale hacia Vencedores, para luego dirigirse por Manantial y luego a la avenida Catama, aunque a veces elige la ruta que lo lleva por los barrios Castilla y Hierbabuena, para evitar el tráfico de la avenida.
Por la tarde, después de que termina la radionovela de Kalimán, alista sus cosas, se monta en su bicicleta y se devuelve a su casa, haciendo el recorrido inverso.
Un medio de transporte saludable
“Es muy recreativo, se entretiene uno mucho, hace ejercicio y es saludable para el cuerpo”, dice sobre el transporte en bici. “En mi recorrido me demoro de 25 a 30 minutos, cuando no llueve. Y cuando llueve, me demoro más, porque me toca guarecerme para no mojarme”, agrega.
Antes de llegar a Villavicencio, esa bicicleta lo acompañó en Santander y en Antioquia, donde también vivió con su familia. Cuenta que en una época incluso hizo ciclomontañismo. “Nunca gané en un premio ni estuve en competencias nacionales, pero sí me gusta montar en bicicleta porque no es contaminante y es bueno para la salud”.
Hoy, 41 años después, la cicla es la misma, con uno que otro ajuste. “Le hecho reparaciones, le he cambiado las llantas, le puse cambios, conos y una parrilla porque a veces hago mercado y se me dificultaba cargar las cosas”, cuenta.
Ahora, más que un medio de transporte, para Eberto su bicicleta es un vínculo con su pasado y con sus memorias. “Todos los días me acuerdo de mi papá, de mi mamá, de mis viejos, y pues le agradezco a él, mi papá me enseñó a trabajar, y le agradezco a él por haberme regalado la bicicleta”.